El monitor Educativo

21.11.2022

Por Jésica Ovejero

Los tiempos han cambiado, o eso dicen los diarios del lunes. El advenimiento de la pandemia ha dejado al descubierto un mundo preparado para el pasado y en ascuas para el futuro. Esto es lo que en primera instancia me invita a reflexionar la cita presentada por Rivas; "...Todo ha cambiado. Se ha caído del sistema. La escuela. La frontera que la separaba (en parte) del mundo. El aula. La mirada. Todo se ha derrumbado de repente y no sabemos por cuánto tiempo más. La aparición del COVID-19 trajo la cuarentena y puso un paréntesis en la larga historia de la escolarización. Desde entonces, vivimos la era de la excepción..." (Rivas Axel).

El tiempo y el espacio han cambiado, redireccionando los posicionamientos, tanto del docente como del dicente. Reflexionar que esto provoca el inicio del fin, es apresurarse a diagnosticar una enfermedad descubierta recientemente, de la cual no se tiene más información que la obtenida en tiempo de emergencia. Fue la escuela, en sus inicios, una cosa extraña que ponía en jaque la educación recibida en las casas y conventos de algunos privilegiados. Hoy pensar la escuela sin la escuela es ilógico, pero ¿acaso es la escuela la que no logra pensarse fuera de ella misma? ¿o son las personas acostumbradas a pensar en educación como sinónimo del edificio-escuela? Rousseau pensaría que el problema está en que las personas han cometido el error de acostumbrar al niño a tomar costumbres, como esa de pensar que sólo mediante la asistencia física a la escuela se puede establecer la educación. Pues ¿durante la pandemia no existió la educación?


Pablo Pineau se preguntaba ya en el 2001 ¿Por qué triunfo la escuela?, o si la modernidad dijo esto es educación y la escuela respondió que se ocupaba. Año 2022 ¿Por qué triunfó la escuela? Porque la escuela respondió que se ocupaba y así pasó. Con el avance de una cuarentena y el encierro de millones de niños, nuestra escuela respondió rápidamente al eco que dejaron las aulas vacías. Las trayectorias educativas de millones de niños se habían visto condicionadas por las decisiones que se tomarían por fuera del Sistema Educativo. Ir a clases no era ya una cuestión familiar, educativa o personal, era la decisión de otros. Pero como afirma Pineau, "...la eficacia escolar reside en su interior y no en su exterior..." (Pineau, 2011; 7) y su condición de naturalidad es sólo una construcción históricamente determinada. Pudo deconstruirse y volverse a construir en base a la serie de finalidades que tiene y que necesitaba mantener per sé con el fin de continuar con el sostenimiento del vínculo pedagógico. Dar respuesta a la ausencia de un espacio fue su primer objetivo, pues el encuentro cara a cara estaba negado. Bastó agregar un dispositivo para que ese vínculo pedagógico pudiera sostenerse. Una nueva naturalidad intentaba abrir paso. Qué pasaría con aquellos que no tenían acceso a este nuevo dispositivo de encuentro, no era prioridad, pues para responder claramente se necesita que las preguntas sean realizadas de una por vez. A demás concepto como "Excluidos Educativos" salieron al cruce frente a la solución a priori que se había presentado, pero como diría Charlot "Nadie está, simplemente, excluido, completamente excluido. Usted puede ser excluido de un lugar, pero cuando está excluido de un lugar, usted existe en otro..." (Charlote, 2008;20). La Escuela provocaría varias rupturas. Una ruptura necesaria de las que Pineau allá por el 2001 definiría, despegar la escuela del paisaje educativo moderno. O en palabras de Rousseau, suerte la de aquellos que han educado a sus hijos en el des-acostumbramiento de las cosas. Pues las clases comenzaron, gracias a la intervención de estos dispositivos impensados para el contexto educativo, pues a lo más tecnológico que se había llegado en las escuelas, era al uso del reproductor de video, con lo que eso significaba el pedido de la llave en la secretaría, o el turno reservado unos días antes, del único proyector en la institución. Una vez obtenida la solución para volvernos a encontrar, surgían otras nuevas incógnitas, ¿Las clases serían en familia?, o como bien declararía Dussel, las clases en pantuflas. Pues no sólo nos encontraríamos con los estudiantes, sino con una familia completa detrás. Ver las actividades a través de la cámara digital no era una tarea fácil. Mamá o papá, o algún familiar predispuesto para observar el saber hacer que nos estábamos pasando por alto. Serían capaz los familiares de comprender las actividades, o peor aún, podríamos realizar actividades, con el fin de que sean devueltas. Delegar la observación, el acompañamiento a personas que no están preparadas pondría en peligro ese sostenimiento que tanto nos interesó en primera instancia. Buscar los contenidos acordes para el momento que transcurría, pues primero se debió pensar en desestructurar los objetivos que se habrían planteado en una situación social común. Identificar las rupturas y realizar los recortes exactos para que la función de la escuela, no recaiga en una función puramente externa a la que debería ser. Este aparato gigante burocrático lleno de planificaciones, secuencias didácticas, unidades, proyectos, ¿cómo se inspeccionaría? La gestión de control no es ajena en la institución-escuela ¿por qué habría de ser ajena, aunque el mediador principal sea un monitor? Acaso ¿no se formarían las subjetividades disciplinarias que tanto fomenta Foucault ya que las acciones de vigilancia y castigo no podrían aplicarse? O, en otras palabras, la escuela dejaría de formar estos hombres normales ya que no están formando personas dentro de un contexto de encierro. Sería acertado pensar que esta situación -in situs-, cambia de la escuela al hogar, en definitiva, en situación de cuarentena el encierro se produce como resultado de la problemática presentada. Aunque en palabras de Czerlowski podríamos decir que este control si abre paso, ya que ha cambiado el encierro por la supervisión permanente. Pensar en una clase en Classroom no sería desacertado, pues indica fecha, hora y minutos de entrega de la actividad, listado de estudiantes que acceden, momento en que lo hacen. Quien entrego y quien no es una sola pantalla. No se pierde un trabajo, no admite entregas fuera de tiempo. Fecha de inicio y fecha de finalización. El control en su máxima expresión con un solo clic. Moodle es otro claro ejemplo, tildes verdes para quien ingreso, cruz roja para quien no ingresó.

Al final de cuentas, la escuela una vez más había logrado romper con la idea de homología entre escolarización y otros procesos educativos, puesto que se adoptaron nuevas pautas para estas nuevas practicas pedagógicas. Una entrega quincenal a través de WhatsApp. Una entrega mensual de material impreso, por un familiar, en la puerta de la institución cuando asisten a buscar alimentos provistos para paliar la ausencia del mate cocido con leche. Nada indicaría que habría mayor productividad de conocimientos, pues como bien sostiene Tonucci, "... Las nuevas tecnologías tampoco son meras maquinas sofisticadas generadoras de mayor productividad..." (Tonucci).

Las clases inician cuando papá llega del trabajo, los docentes inician las clases cuando en la "normalidad" debería terminar. Turno mañana y turno tarde se funden en turno vespertino. El horario laboral del portador del dispositivo tecnológico, se convierte en el organizador de los tiempos de la escuela, una escuela que históricamente marcaba los espacios destinados al espacio y al juego. No sería más su decisión, sería decisión de la dimensión social que conforma la escuela.

Por otro lado, docentes, convertidos nuevamente en estudiantes, la aparición rápida de diversas plataformas, que esperaban en las sobras; zoom, Meet, Classroom, Educaplay, Edmodo, Moodle. Pensadas con anterioridad para espacios profesionales, pensadas como partes prioritarias del aula del futuro. Estas aulas del futuro, pero con personas nacidas en un mundo cultural quizás atrasado para lo que se imponía. Con bajos recursos y escasos conocimientos. Una brecha digital pocas veces mencionada iría abriendo camino para poner en juego, otra forma de aprendizaje. Otra forma de enseñanza, al fin de cuentas otra forma de pensar la escuela, ya no de la forma tradicional que se la pensaba sino como una articuladora entre las dimensiones históricamente reconocidas de la escuela y esta nueva dimensión tecnológica que vino para quedarse.


Me resuelve pensar que el rol que tomo la institución-escuela fue acertado en cuanto a sostenimiento de vínculos, pero a costas de que, a dos años del planteamiento de la problemática, se sigan recuperando contenidos que han quedado en el limbo. Mas que vino para demostrar que para seguir transmitiendo la cultura hay que ser consciente de que la misma ha cambiado, no se puede enseñar lo que no se conoce, hay que apropiarse de las herramientas necesarias para que además de seguir sosteniendo los vínculos pedagógicos, se pueda pensar en la escuela no como el fin de la misma, sino el principio de una nueva escuela, donde no seamos inmigrantes digitales, sino que formemos parte de esta cultura 3.0 cero pensada para unos pocos. Donde se puedan establecer espacios y tiempos en forma coordinada y no frente a una determinada situación límite. Donde se aprueben los métodos pensando en todos, y si fuese utópico pensar en un <todos>, que haya alternativas incluyentes para esos pocos en un lapso coherente de subsanar.

Creo fehacientemente que la escuela triunfó, a diferencia de la mirada pesimista que posee Rivas, porque, al fin de cuentas, es siempre la escuela la que puede deconstruirse y construirse para volverlo a intentar. 

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